jueves, mayo 19, 2011

los nuestros nuestros

justo crucé la calle donde solía vivir hace un año atrás, y recordé al pintoresco vecinito, él vivía en el piso arriba al que era el mío, le encanta el tango, le gusta mucho un fulano que es judio y hace reggae, las canciones de los 80's yankis, nacido en el 90, crecido recien en el 2000, atrapado entre un mundo que nunca vivió y uno que vive como puede, y además, le tocó ser argentino. no lo digo yo, lo dice él. yo en tal caso, sólo lo repito. aquí.

el asunto es que me lo encontré justo en la siguiente cuadra, cosa que no es extraña porque él que vive por ahí, por ahí anda.. no? es como cuando una va a un congreso y el aeropueto, los trenes, los buses son los lugares donde te volverás a topar con esas gentes que también asistieron, esos serán los lugares comunes para ese momento, ya que todos los que seguramente no somos de ese lugar estaremos intentando regresar al de cada quien. al de cada uno de nosotros. osea, al nuestro, pero este nuestro es solitario, no es un nuestro de los nosotros del congreso. es un nuestro capitalistamente egoista que cree en la propiedad privada, digamos, ese nuestro. es interesante esto de los nuestros, es como una mentira, es como una verdad a medias, es como un difuso espacio entre el limbo y el limbo, el mío y el del otro, el nuestro y el nuestro. los nuestros nuestros. o los nuestros de ellos. o los nuestros de mi.

así que con harta alegría nos juntamos en su casa para que me contara cómo le había ido en su viaje a Panamá y toda la gran y maravillosa historia, su repudio al pescado, los cuatro días en la isla, como llamaba él a uno de los islotes de panamá, donde no había nada de nada, más que su carpa, su compañera de turno, unos shorts blancos con unas cosas verdes que era su bandera pirata y la comida que le daba la familia que los atendió: pescado y platano hervido. Además compartió las aguas con un magnate francés y su secretaria venezolana, ellos en su yate, y él en su carpa por supuesto, he aquí otro ejemplo de los nuestros nuestros. Me contó cómo su corazón de antaño sufrió los vaivenes del amor, que no era amor, porque él sabe que la última vez que se enamoró tenía 12 años, pero que bueno, esta niña neozelandesa o finlandesa, ya no recuerdo, fue cruel, brutal diría yo. me narró de cuando subía los costados de esos cerros, miles que hay en el caribe, desde donde siempre están las mejores vistas, de las sonrisas y los ligeros humores de los caribeños, no me dijo nada de las mujeres ahora que pienso, creo que la única mujer que veía era esta loca que no le dio bola never in the life.

pero lo que me hace recordar esta historia fue su justa y precisa narración sobre el baile. fue ahí donde le dije que escribiría lo que me estaba diciendo, él hizo una especie de vaivén como queriéndome decir que le diera atención a lo que estaba contando, y que yo con mi posibilidad pluritextual, quise entender, si vale escribela.

- no sabés lo que era estar sentado y ver esos cuerpos moviendose, no sabes lo que era adri. yo me sentía mal. lo tengo que lograr. y me empinaba otro ron con jugo de naranja. y otro más. y me levanté, las chicas que estaban en la pista se animaban a enseñarme pero la frustración era mayor y me tuve que devolver a la mesa, no podía. era horrible.

su cara era un mar de tormenta, un choque de corales, una picada de mantarraya, un sarpullido de aguamala, una insolación de altamar, una ola revolcándole sin cesar, un tiburón a la vista, un coco que cae sobre su cabeza, una playa en plena lluvia, ohhh.. sus manos, su cuerpo, sus ojitos, yo recordaba a cada uno de los extranjeros que alguna vez me pidieron que les enseñara a bailar salsa, recordaba aquellos tubos por cadera, a los oídos de cartón, a aquellos pies pegados al pavimento, y yo ahora presenciaba el dolor que se deviene de saberse una palmera seca sin hojas ignorados al paso del viento que no se entrega a bailar un rico merengue playero, una salsa brava de la fania, ni una sopa de caracol si quiera.

- no sabes adri, yo me levanté viste, y me dejé llevar, ella me decía, cerrá los ojos y deja que el ritmo te lleve, y eso hice después que me tomé como dos vasos más, si yo viviera en el caribe iría todos los fines de semana a bailar salsa, a bailar merengue, a bailar esos ritmos, yo quiero aprender. no sabés lo que era ver esos cuerpos moviendose, la gente se reía, ahí nadie estaba con cara de horto, todos habían dejado sus prozac en la gaveta de su casa en otro país, ese ron. es que adri, la gente va como si la vida no pesa, es todo alegría, el taxista, mirá si un taxista tiene algo bueno que decir, entusiasta, a sabiendas de que la vida va a mejorar, poniendo su empeño en pensar en positivo, todos muy positivos, las risas. es otra cosa.

- si vale, vecinito, eso es así. y no es que no la están pasando mal, es otra forma de entender la vida, de entender que es esta sola vida y hay que tomársela con ritmo, con alegría, hay que sonreir y ser felices, a pesar de cualquier pesar. yo creo y ya te lo he dicho antes, que esta generación tuya y la que viene después de ti, son las que salvarán este país, porque tienen que liberarse de esas caras de horto, de tanta puteadera, de tanto pesimismo, y dejar de tomar prozac, que cierren las escuelas de psicología y que se les olvide Lacan (amo a Lacan) porque la familia no se puede hacer pensando en lo que el inconsciente pueda estar pensando para intentar ganarle con simbolismos al simbolismo, haciendo nuevos símbolos que ni los símbolos entienden. relájate mi pana, cuando yo tenía 22 años como vos ahora, yo no sabía que era una depresión, yo me comí y me como el mundo a diario y he vivido épocas como el petróleo, espesas-oscuras-malolientes, pero eso no me impide ni por un segundo sentirme plenamente feliz.

yo no intento alcanzar la felicidad.
yo soy feliz.

yo tengo las olas del caribe en mi sangre, el ritmo merengoso en mis caderas, la sonrisa coralina, la piel del mango, el bolsillo lleno de arena y la eterna duda del porvenir de eudomar santos en mi boca: como vaya viniendo, vamos viendo.

anímate argentina, canta los tangos los domingos si querés, pero bailate las cumbias villeras con chimichurri picante todos los días. sonríe pueblo. deja el prozac y métele más sal a las comidas, chúpate el helado con la lengua, camina al lado de tu hombre, y cuando apenas una sola vez te falte el respeto, andate a buscar una vida digna, argentina, que la pobreza no está en ser latinos, la pobreza esta en ser nadie.

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